Presentación. Reescrituras de La Araucana, las otras, los otros

 

Soledad Fariña

 

Cómo abordar hoy un poema épico de la importancia que tiene y ha tenido La Araucana. Qué acercamientos, despliegues, omisiones, transgresiones podría hoy tener la reescritura de un texto para muchos considerado como el texto fundacional de una nación, Chile.
Luego de las conferencias introductorias a cargo de de expertos en el poema, su contexto histórico y lingüístico, siete poetas y una artista visual nos reunimos en torno a una mesa a dialogar sobre nuestra relectura, la mirada que los expertos nos habían entregado y las proyecciones de la reescritura que haría cada uno.
De diferentes edades y con diversos estilos y recorridos Ivonne Coñuecar, Paula Ilabaca, Rodrigo Olavarría, Gustavo Barrera, César Millahueique y Elvira Hernández tendrían la tarea de escribir un texto -y en el caso de la artista Voluspa Jarpa, realizar una obra visual- que de alguna forma reflejara la percepción, huella o impronta descubierta por esta nueva mirada. Por mi parte, yo tendría como misión coordinar el taller, hacer fluir las voces, reflexiones, miradas, dudas.
El inicio fue no fue fácil. Cómo acercarse o cercar este gran poema épico desde distintas subjetividades, reflexiones anteriores y proyecciones partiendo, a veces, de la perplejidad. Sin embargo, poco a poco fluyen impresiones, pensamientos y análisis personales y compartidos acerca del relato, las imágenes y personajes del poema. Todo esto en el espacio común, pero cuál sería la relación de cada uno con ese texto antiguo, fundante; en otras palabras, cuál sería la conexión de una voz antigua que describe, reflexiona y exalta un hecho bélico con las voces y temas de las escrituras de hoy. Muy motivante para el diálogo entre poetas fue la mirada, desde las artes visuales, de Voluspa Jarpa al establecer diferentes aspectos comparativos entre discurso e imagen, imagen visual e imagen poética.
Complejo resulta sintetizar el “laboratorio de poesía” o la “cocina de la escritura” que significó este taller, difícil reproducir los diálogos y percepciones de cada asistente, las miradas estéticas, políticas, sociales, históricas que nos traían y llevaban del pasado al presente: ¿qué significan doscientos años de una nación? ¿qué aspectos identitarios y simbólicos conllevan? ¿qué relevancia tiene el hecho de que una parte de sus habitantes se sientan extraños a ella? Para entender y profundizar estos temas, fue muy importante que dos de los poetas tuvieran origen mapuche-huilliche: César Millahueique e Ivonne Coñuecar, cuyas experiencias y reflexiones, aunque no idénticas, refrendaban la opinión del poeta e historiador mapuche-huilliche Bernardo Colipán de que ya en los primeros cantos de La Araucana se advierten todos los aspectos sociales aún presentes en la sociedad mapuche actual.
Por otra parte, los aspectos formales, la estética, las imágenes y la narración misma del poema épico constituyeron el principal estímulo de las reescrituras. La puesta en cuestión del tal relato, el adentrarse en ese imaginario para ver lo que hay latente, fue la opción común de todos -poetas y artista plástica- en términos amplios.

Presagios de hombres mirando al fuego.

Aunque la mayoría de quienes compartimos el trabajo nos consideramos parte de una cultura mestiza, son pocos los chilenos que conocen el idioma, los ritos o las complejidades de la cultura mapuche. En este sentido la mirada lúcida de César Millahueique nos develó aspectos de una cosmovisión que, aunque próxima, generalmente sentimos ajena.
Cercano al mundo de la imagen en el cine, su poema tiene como punto de partida la creación de una imagen de Ercilla, que en dos momentos –el primero mirando el mar en el barco que lo trae a Chile y luego en el instante de ser condenado a muerte – visiona el destino del pueblo Huilliche. La importancia que para el pueblo mapuche tiene el nguillatún como ceremonia ininterrumpida hasta el presente, es el tema principal del poema.

El Nguillatun se sucede como pretéritos sueños
nunca se ha detenido
el ceremonial se sucede en estos territorios –como siempre-
Kalfulikan en medio de la ceremonia “hasta que la tierra sea”
–dice-
se eleva hasta la cumbre y mira a los ojos de aquellos que vienen

Sentados en semicírculo los hombres se cuentan los sueños; mientras el hablante introduce su voz describiendo el momento sagrado como secuencias cinematográficas: “en el centro del plano general un grupo de hombres se disponen sentados hacia el oriente…” “en el plano medio un grupo de hombres se disponen sentados hacia el oriente ahora levitan” “en el primer plano una enorme hoguera crepita en la noche, en el monte”. Marcada por el ritmo de cultrunes la escena de la muerte de Valdivia –al igual que en La Araucana- se vuelve orgánica: sesos, sangre, carne abierta. Ercilla escucha la voz del viento

es de pretéritas señas
de antiguas ceremonias
de imágenes sucedidas antes del puma
antes de la célula y el mar

kai kai
txren txen
se insinúa en la visión que Ercilla y Zúñiga tuvo en el mar

Ahora lo atormentan y debe escribir.

Impulso e inevitabilidad de la escritura a fin de conservar la memoria de ciertos eventos.

Seudoaraucana.

Así tituló Elvira Hernández su texto, haciendo alusión al equívoco de la temporalidad “el tiempo de ayer es el de hoy”. Los sucesos –los recuerdos- seudo-ordenados por un símbolo urbano:

un semáforo rige la vida –otro dogma de fe-
y ante él estamos

sentencia la autora en su introducción. Semáforo que tiene, además de la luz verde, roja y amarilla una adicional, negra. Y así, frente a estos símbolos convencionales de detenerse o avanzar, suceden eventos, asoman recuerdos y personajes que son interpelados por una voz poética a la vez apesadumbrada e irónica:

Has dado la mano y te han agarrado por el cuello
Te han volteado y se han sentado sobre tu pecho

No tienes nombre pero tienes orificios
Mañana será encontrada cuando rastrillen la tierra.

La palabra no sale incólume de este matonaje:

(…) Hay que
hablar acá en morse, en entre líneas, en coa. Descifrar el golpeteo
de los muros. Poner oído en tierra. Algo tendrá que respirar,
entregar un vaho, un humedal…
(Imagen congelada)

Finalmente, la luz negra:

En la cárcel la luz negra lleva directo a la morgue

Negro presagio
¿para el mapuche?, ¿para la tierra?, ¿para la palabra?, ¿para la poesía?

Caen cascadas. El niñoarauco.

Paula Ilabaca ha desarrollado su trabajo de poesía y performance principalmente en los 2000, es decir, es una voz joven. Con una potencialidad erótica, creadora y provista de un lenguaje propio, la mujer aparece en sus textos ligada a lo íntimo, pero también a lo urbano. ¿Cuál sería, entonces, su propuesta de reescritura de una gesta heroica que sucede en campos de batalla y parajes selváticos? se preguntaba y nos preguntamos en nuestras conversaciones de taller.
La autora enfatiza que esta vez la interpela la imagen de un niño-testigo que más tarde, en su poema, será nombrado como niñoarauco.
Pero la voz del poema que anuncia la huída de la guerra y de los horrores de la guerra, es femenina.

Estoy pensando en irme corriendo. Arriba hay un cerro gigante arriba de mi arma mi plaza mi querida amada bandera. Voy pasando lejos. Voy pasando escucho los pasos de todos esos horrores. Voy pasando y me digo. Está bueno. Voy pasando y me digo. Tormenta. Voy pasando y digo. Caen cascadas. Voy pasando voy pasando y yo. Voy pasando y veo un niñito. Voy pasando y veo a mi patria armada en guerrera.

La hablante piensa y “pasa” tal como en el paisaje “caen cascadas”, pero también “se dice”, se habla, decide escribir y se encierra buscando su ritmo.

Estoy escribiendo, no puedes tenerlo todo.
Estoy escribiendo, no puedes tenerlo todo, pues se castiga a quien lo hace y vence.
Me voy encerrando en mí misma. Me voy encerrando en un eco, en un himno que aflora desenmascarado. Me voy encerrando hasta que encuentro ese ritmo, ese jadeo preciso que soy yo.

La naturaleza, el paisaje (¿idílico?): cerros, árboles, caídas de agua se enfrentan a la muerte y destrucción de signos: patria, bandera. La voz de un niño indemne suena fuera, también como cascada. Finalmente, la voz, el “yo”, apela a quien queda fuera

Niñito, niñito me voy diluyendo permiso, niñito, un cobre, un hierro, acero puro, niñito niñito, me voy diluyendo, me voy, niñito y mi amada bandera.

convertida en agua, se va, se diluye, desaparece, al igual que el signo: la amada bandera.

Guerra civil.

de Rodrigo Olavarría es un poema al que diferentes situaciones bélicas van dando cuerpo. Aparentemente, la intención del hablante es escribir –desde el campo de batalla- poemas de amor y opuesta a la intención de Ercilla en su poema épico (“No a las damas, amor, no gentilezas”).

Estaba en la línea de fuego, cercano a las trincheras,/mientras bombardeaban a nuestros muchachos /y los políticos declaraban la guerra a tres países./Me propuse escribir poemas de amor, /parodias de los folletos de la iglesia católica

Con un tono paródico el poeta-testigo de múltiples escenarios de lucha va relatando episodios cuyo factor común es la situación de outsider, perdedor, subordinado, carne de cañón, flaite en que se encuentra.
Las situaciones son ambiguas, los campos de batalla pueden volverse una sorpresa, así como también el “enemigo”

…Estaba sentado junto al cadáver de un amigo, /un soldado boliviano que me había prestado fuego,
…fui rodeado, perseguido y golpeado con odio cierto/por muchachos que Megavisión llamaría flaites./Y no sentí odio, sólo pena y un miedo muy real,/cuando uno dijo: “Te voy a matar, conchetumadre”./Pero esa violencia no es distinta a ser llamado roto,/o a que te digan que estás apunado en La Dehesa.
…A los rotos nos cargaron de todas partes de Chile en trenes,/primero al Perú, luego de Lima a Traiguén por mar con rifles. Así repasamos grandes bandas de indios iguales a nosotros,

El poema-relato insiste en la situación de guerra permanente sin heroísmos (los caballos son más importantes que los guerreros) comparando, irónicamente, la lucha por la independencia con la llamada “guerra civil”, que da título al poema: lucha entre hermanos, que con el nombre de represión, ley antiterrorista, Operación Cóndor, ley de seguridad interior del estado, ha combatido permanentemente al “enemigo interior”:

Una masa asquerosa que muta y aparece como mapuche,
huilliche, roto, obrero, homosexual, comunista y flaite.

habitantes de la república que, a dos siglos de la declaración de la independencia, permanecen fuera de ella.

Hay que defender como sea nuestra democracia
del lumpen, de esos flaites asquerosos, de esos indios.

Dice finalmente el hablante del poema, tomando la voz de quienes participan en forma exclusiva de los mayores beneficios de “nuestra democracia”.

Antartaucana ( reescritura de mi patria sin un chile).

“¿Qué intento os mueve o qué furor insano que así queréis tiranizar la tierra?” dice Lautaro a un español en el canto XII.

Esta parece ser la pregunta que Ivonne Coñuecar, joven poeta de origen patagón y huilliche, formula en su poema. La tierra arrasada es aquí la Patagonia, en la región Antártica.

…y qué quiere Chile? doscientos años de ensayo sin un cuerpo dominado /con la Patagonia escapándosele de las manos /lavándose las manos con mi tierra derretida /nosotros los patagones afilamos cuchillos del blanco antártico dormido.

Su vínculo es con la tierra del viento, la escarcha

…no tenemos fronteras / somos los hijos salvajes y nominales de Chile / nuestra patria, nuestro secreto / promulgaron leyes para ocuparnos / abrieron a mi joven virgen Patagonia

La denominación de “chileno” parece desbordarse en la pampa fueguina

argentinos orgullosos también somos/la pampa no conoce límites políticos señores estrategas/ los árabes con su comercio llegaron/desde la dimensión desconocida/

se hace presente el abuelo y su origen huilliche

las calles se hicieron primero de pisadas /con los pies descalzos el colono se llamaba abuelo /venía de la cueva del pueblo guerrero Coñuecar /derrotado desde la sangre mitología huilliche / fue la época de ocupación efectiva del territorio chileno /y conoció al cóndor que vuela alto Huenuman /fue así como nació mi padre en la nieve y las heridas /se perpetuó en la extensa Patagonia /la cartografía de los Chonos y fiordo Elefantes, /el canal de Moraleda,
y el estrecho de Magallanes donde según cuentan / los océanos se aman y combaten

la aparición de unos (colonos, pioneros) y desaparición de otros en una historia a la que sólo el olvido pondrá fin

una historia ventisquera da vueltas por los canales /escuchas al hermano yagán, selknam, Kawashkar / avanzando por tierra del fuego? /escuchas el silbar de las boleadoras tehuelche? /escuchas el kultrún de nuestra machi? /el fin es el olvido /sólo la memoria procura redención

“en el silencio la memoria se abre”

Caught means killed

La reescritua de Gustavo Barrera trata de los cuerpos y el uso (la violencia) ejercida sobre los cuerpos y su territorio. Como un juego de muñecas rusas el autor nos presenta, primero un espacio: “un territorio al sur de la frontera”, luego, un signo de progreso en ese territorio: una planta generadora de electricidad; y en seguida el peligro que ese progreso implica, peligro que está graficado en una imagen, un cuadro que representa una rueda que habiendo apresado un cuerpo, lo lleva a su inevitable destrucción. Como guiño al texto de origen hay, como dijimos, una relación entre cuerpo y territorio. “Antes de mi visita a ese lugar, alguien me había dicho que para los antiguos habitantes de bosques y montañas circundantes, el territorio tenía las mismas propiedades de un cuerpo.”

La segunda Etapa del texto nos habla de un libro de apariencias:

Sobre la mesa, descansaba un libro que parecía antiguo, pero que por algunas particularidades en su encuadernación y tipografía se me hacía imposible instalar en alguna época específica. Sus páginas estaban hechas de cuero delgado o de piel, y daban sensación esponjosa al tacto, pero al permanecer lo suficiente con la mano sobre aquella superficie, ésta se volvía áspera.

No era posible determinar el sentimiento que lo inspiró o la emoción que quiso provocar el autor, ni era posible saber a quién iban dirigidas esas líneas…

…al releer los mismos versos, quedaba la sensación de que nada había sido dicho

Al parecer se hacía referencia a un imperio que se instalaba en las antípodas de un planeta y se expandía por manchones sobre su superficie esférica. Manchones de sangre y semen cubrían las diferentes formaciones geográficas. Los suelos de tierra, césped y bosques, las pendientes y mesetas eran escenografías para las reiterativas acciones y el posicionamiento de los cuerpos. Digo al parecer, pues todo este universo referido daba la impresión de no ser más que una apariencia. Abundaban en las cada vez más abominables páginas las descripciones de cuerpos humanos, y de las posiciones que esos cuerpos adquirían en el espacio, o de los orificios ocasionados por diversos implementos en esos mismos cuerpos o en otros que acababan de aparecer.

…En innumerables escenas violentas nacían innumerables tipologías corporales… desfilaban por las incesantes páginas mujeres hombrunas o anatomías corpulentas descritas como cuerpos membrudos o desmembrados en combates calientes y húmedos.

Es inevitable la relación con la descripción cruda y realista que hace Ercilla de las batallas y el destino de los cuerpos en ellas

“del rigor de las armas homicidas/los templados arneses retenían/y las vivas entrañas escondidas/con carniceros golpes descubrían; cabezas de los cuerpos divididas/que aún el vital espíritu tenían/por el sangriento campo iban rodando,/vueltos los ojos ya paladeando” (canto III)

Y a las tristes mujeres delicadas/ el debido respeto no guardaban/ antes con más rigor por las espadas/ sin escuchar sus ruegos las pasaban:/ no tienen miramiento a las preñadas/ mas los golpes al vientre encaminaban/ y aconteció salir por las heridas/ las tiernas pernezuelas no nacidas (canto VI)

La Tercera Etapa habla de una extraña carta que también alude a cuerpos, en un lenguaje que se va degradando, ininteligible mezcla de mal inglés y castellano, cuerpos viviseccionados (mutilados) son cuerpos degradados que prestan servicio, ya no a la ciencia, sino a otros cuerpos.

A noche cuando dormía
a vioce said, ¡terrible ilusión!
que a los humanos mataban
haciendo vivisección
intoxicando
haciéndoles creer que no

Volviendo a la Primera Etapa, la representación del cuerpo humano atrapado es la “…angustia que sentimos los humanos cuando vemos ante nosotros a otro ser arrastrado por la fatalidad en forma tal que cualquier ayuda de nuestra parte resultaría tardía e inútil”, escena que para el narrador ha permanecido a flor de mente “y es lo primero en presentarse cuando voy a repasar los días ya vividos”.

…había aventurado a pensar que tal vez algún motivo particular se escondiera detrás del presente recuerdo de aquel cuadro. Al fin “no me equivoqué”. Aquel cuadro era el retrato exacto de mi presente…

…en el momento en que escribo este poema, se está cumpliendo en mí un destino demasiado parecido y que toca muy de cerca al destino del hombre atrapado por la temible rueda.

El hombre, su cuerpo, atrapado por la rueda (¿del progreso? ¿de la fortuna?). Finalmente, hombre y territorio están atrapados en la memoria y en lo que deja la memoria: el olvido.

Como análisis final de estas relecturas y reescrituras de La Araucana, vuelvo a las palabras de Bernardo Colipán, para quien la memoria, además de recordar y olvidar, también da un orden a las cosas. Pero también tiene algunas trampas que con el transcurso del tiempo (dos siglos de la república, cinco siglos de la escritura del poema) se empiezan a visibilizar.
Para Colipán, la memoria de este primer relato totalizador ordena los hechos y personajes desde una estructura hegemónica “donde un patriarca blanco y occidental trae consigo una pluma con que se escribe a sí mismo al escribir también a los Otros”.

Creo que en estos seis poemas, siguiendo el hilo matriz de Ercilla pero tomando también muchos desvíos, es el Otro el que ha escrito. El otro, la otra, los otros: la tierra arrasada, la tierra lejana y helada, las mujeres, los (no) vencidos, los cuerpos, el niño-testigo sin habla.

Soledad Fariña V.
Febrero de 2010