Las pulsaciones de la derrota

 

Damaris Calderón


Ella:__________________________________ dícese:
caballo blanco arando en el desierto
viendo en la borra de café
las aguas del Quibú del Almendares
la miseria la muerte de su padre.
Dícese:
que nació en un país de peces tropicales
(no recuerda).
Indios puliendo cabecitas
de otros indios.
Dícese que emprendió grandes gestas
que nunca salió de casa.
Le arrancaron el cuero cabelludo
aguas del Bío Bío abajo
sufrió trepanación y vio.
Dícese la bayamesa
la Quintrala
Hildegarda
Alvear Cabeza de Vaca,
Iñigo,
Ercilla
arcilla
de la crónica de la derrota
(no las damas, amor, no gentilezas).
Juana , la loca de los Palotes,
de Asbaje.
El fiero rostro no domado.

Esculpido en la cordillera, en esa angosta y estrecha franja de tierra , en la Finis Terrae, y a paso de mula llegan los conquistadores los jesuitas a domesticar el paisaje y a los hombres indómitos, a arrebatarles la lengua más dulce del mundo. Y se llevan el oro la lengua. Pero la lengua sigue hablando en un rumor de árboles en la cabeza cercenada.
inche yo también soy gente
kidu ngunewun
para los peumos decapitados, para las patas quebradas de la codorniz , los pájaros y los hombres pájaros, abatidos por los arcabuces las balas las fuerzas policiales de los perseguidores de cualquier nacimiento.
La boca amordazada, rompe las ligaduras, regresa con una palabra, una espiga.
El esqueleto de la cordillera vuelve a erguirse.
El caballo muerto vuelve a beber en el río.

Marcia Quirilao
mapuche urbana
transplantada a la población la Victoria
me dice que no tiene otra cosa que sus manos
me ofrece sus manos a cambio de un taller literario
donde la enseñe a escribir versos.
Marcia Quirilao, no puedo darte cuentecitas de vidrios
por el tesoro de tus manos
que han vestido hijos y muertos
y hacen un pan de luz
de la mañana a la noche.

Y entonces véngase a escribir la crónica al culo del mundo
a la infértil roñosa provincia donde la aridez y la desmesura
ponen los pelos de punta
La silla del diablo
golfo de penas
puerto de hambre
escriba en cueros de vino en pellejos humanos
partícipe y testigo
mándese la paya en tono heroico
en octavas reales emboline la perdiz
al hipotético rey.

Vengo de la tierra más bella del mundo, en palabras, en los ojos del genovés deslumbrado, en un tiempo en que todas las tierras eran hermosas. Límpidas las aguas, cercano el cielo, vírgenes los hombres y sus mujeres; el oro, el metal del sol, lejos las carabelas de la codicia.
Magallanes, el loco obstinado, atraviesa las revueltas aguas del sur y planta en ellas la bandera de su majestad, que las aguas devuelven hinchada, como un cuerpo ahogado, hecha girones, harapos, corroída por la sal y el óxido, donde sólo van quedando los nombres y ese filón ingobernable, el estrecho.

Vengo del país de los dioses huracanados, del viento látigo, de los diálogos entre el azul y el rojo del crepúsculo , cañaverales, mañanas, tardes, untadas de rocío, de la neblina de los cuerpos húmedos, estalactitas insulares.
Atravieso el estrecho de Magallanes hacia otra tierra de fundación.
Veo la epopeya, la épica en la crónica roja, en una página pisoteada por los cascos de los caballos y los zapatos del transeúnte desempleado.
Tierras me nombraron que no son país y en país sin nombre me voy a morir.

Pero mira las tierras de Chiloé, al sur del sur del mundo, las casas de palafitos, los pescadores artesanales y el sol, que como un borracho, da vueltas en redondo, antes de caer. Mira esos bueyes, cargando la minga desde la prehistoria. Y los hielos milenarios, los glaciares eternos, que no saben que toda esta gesta de la independencia y la conquista se está escribiendo para terminar en un crucero turístico en un wisky on the rock.

La Santa Hermandad ha salvado de entre los pocos libros del hidalgo loco La Araucana, de Ercilla, así nos enteramos de la existencia del reyno de Chile, y Miguel de Cervantes, pierde otra vez la cabeza entre esos paisajes y esos hombres exóticos. Porque hay dos caminos para llegar a la virtud: las armas y las letras. Pero el fuego ya no crepita en la forja de las armas, en la hoguera de la conversación, no es ya esa llama que abrió los ojos a los hombres, esa visión, esa luz, ante la que retrocede la muerte, las letras se diluyen en las aguas infectas y las armas son ahora las armas de exterminio.

Ser poeta es mi ambición, no mi manera de estar solo. Planto aquí el estandarte de mi codicia, los gramos áureos que quisiera sacarle a la gesta, cuando aparezca recostado, escribiendo junto a un árbol, mientras el combate acontece frente a mí y yo poso entre las hojas, ante los flashs, ante la cámara de la posteridad.

Pero qué puede la posteridad ante los cuerpos acribillados si todo lo que tocamos lo vamos destruyendo de paso, de pasada, cuando abrimos el vientre de la tierra, de sus mujeres, corrompiendo las antiguas costumbres, como el gusano corrompe la fruta.

Canto al furor del pueblo castellano (legítimo) y al linaje de la guerra y la boca me queda donde mismo, se me hace tierra, un terrón, una fosa común donde enterrar mis propias palabras. Y el poema alto, dedicado a mi señor, el Gran Felipe, el poema, como otro cuerpo más, se descompone, me voy desencantando, desengañados mis ojos, testigo presencial , partícipe de la escena del crimen, la mano me tiembla, dubito, y mi fervor y mi desencanto batallan entre sí como las aguas encrespadas de los mares que pretenden, sin lograrlo, juntarse.

¿ Has visto las islas deleitosas, de uno a otro archipiélago, las mujeres abriéndose paso entre las aguas como sirenas, como góndolas, y la sencillez y la amabilidad de estas gentes, que no saben que pronto van a desaparecer? ¿Has visto el animal rapaz, depredador, que en las noche gime uyyyy uyyy, para intimidar a la presa y luego la descuartiza, le clava los colmillos hasta convertirla en un cuero exánime?. Esos animales que en la noche gimen uyyy uyyy, transformados por Marte y las metamorfosis sangrientas de las guerras, somos nosotros.

LAS METAMORFOSIS DE LA GUERRA.

- Los ojos apacibles se inyectan de sangre.
– Las visiones de los ojos desaparecen y sólo queda una imagen proyectada sobre una gran pantalla: el enemigo.
– El arado se transforma en espada , los campos de cultivo, en estercolero de la muerte.
– El paisaje concreto desaparece segado por El Ideal.
– Los hombres nos convertimos en lobos, en hienas, en jabalíes furiosos, en toros sangrientos, en leones, en pumas, alimentando en vida lo que arrastramos en el pecho: El Gran Cadáver.

EL GRAN CADÁVER:
Estoy aconteciendo todo el tiempo, a cada segundo, a cada parpadeo.
Soy yo quien mueve a las masas, yo quien lleva la gesta, reaparezco en Guernica, en Auswitz, en Bosnia o en Kabul.
Me entierran, me desentierran.
Campeo por mis respetos, generalísimo.

El ardor bélico, el mainos, impide todo pensar, como no sea el pensar de la guerra, un no pensamiento, un vacío, un vaciado, la locura del guerrero.

Me conmueven la cordillera, los cerros, estos paisajes desafiantes que llaman a la grandeza (son la grandeza). La altura nevada, alba, los montículos apretados, una falange; una mano muchas manos, estrías en los senos de la montaña, el desierto, la sal de la tierra, el cóndor, que vuela libre, dejando atrás al búho de Minerva.

Huayno:
Aquí nos extinguieron:
viento
sonajero
Huesos
tiempo.
Deditos
golpeaditos
de
la
muerte.

La música del altiplano, la música del viento, la soledad caballa, milenaria, los pueblos muertos, dormidos, los ojos entrecerrados, esperando despertar un día, mientras el viento (la madre) le acaricia la cabeza a ese hijo que grita en la noche sus pesadillas.

Sueño que soy maíz, que soy una mazorca de maíz, un choclo que se desgrana entre los dedos de una india, una india que podría ser mi madre, hablando con sus muertos en la cocina, entre espirales de humo:
– Si quieren saber que mi vida ha sido sólo miseria y tristeza, sépanlo. Nunca salí de esta tierra, me hice una con la tierra, una vez soñé que dos hombres me pretendían, sólo una vez, así de mezquinos hasta los sueños. Entonces grito:
– Los árboles se están moviendo de lugar, los hombres están bajando de la montaña
buscando otra vez el metal maldito, se están comiendo la selva.

Loyca choroyes tiukas queltehues papagayos cotorras gorriones sinsontes colibríes
aves fantásticas del paraíso, antes que todo lo grande y lo pequeño desaparezca,
dejen el rumor de sus nombres como un rastro a donde regresar: loycas choroyes tiukas queltehues papagayos cotorras gorriones sinsontes colibríes.

El fuego purifica. Nada para el gusano de la tierra, todo para el fuego.
(Se queman la ciudad de Valdivia y Bayamo ante el avance español).
La maestra rural ve la tala, la desolación. Se hace una montaña.
La jardinera sale a buscar la tonada campesina en el libro abierto de los campos de Chile.
El ahorcado de Tomé contrabandea con cadáveres
(hay cadáveres).
Uno se tira en un parasubida que no acaba de caer.
( Hasta Mapocho no más).
Otro se cree que baja del Olimpo y maldice la cordillera de los Andes y la costa.
Crea artefactos domésticos, reverberos.
El poeta pantagruélico hace una epopeya con el hambre, la comida nacional.
Neftalí avanza con las alforjas llenas de palabras.
El Poseidòn sudaca inventa la pampa los mares del sur.
Venus humea entre los cuerpos no identificados del pudridero local.
El renegado escribe la miseria del hombre y la lucidez de las piedras.
Belano se enrola en la guerrilla con los detectives salvajes.
La amortajada ve entre la última niebla del alcohol, una tierra que se disipa.
El vidente ve los países muertos.
El poema de Chile se hace con todos sus pedazos.

LA FOSA COMÚN DEL POEMA DE CHILE.
Lo enterraron lo saquearon
lo quemaron
le sacaron los ojos
lo hundieron en un hueco
lo desaparecieron.

Su cadáver estaba lleno de mundo.

Escrito el 27 de noviembre, 2009, en Santiago de Chile.
(Revisadas y consignadas estas Pulsaciones de la derrota el 18 de enero de 2010, en Santiago de Chile).
DAMARIS CALDERON CAMPOS